Volver al sitio

Procrastinar es un hábito como cualquier otro, que se puede superar.

Pero ¿qué es la procrastinación?

21 de noviembre de 2019

Hoy hemos elegido este tema para nuestro blog, porque creemos que es un elemento vital -en realidad un freno- para avanzar en nuestros proyectos y objetivos como emprendedores.

En nuestra experiencia como agencia de marketing, nos encontramos constantemente con ejemplos de procrastinación.

Primer ejemplo: no me decido a invertir para tener presencia online.

No vamos ahora a enumerar las muchas razones por las cuales cualquier pequeño negocio pierde muchas oportunidades de crecer si no está online.

Por ejemplo, para una tienda, estar en internet significa la posibilidad de estar "abierto" las 24 horas y los 365 días del año. ¡Imagínate las posibilidades que te ofrece esta simple idea! O para los que no tienen nada que vender online, pero sí quieren acceder a potenciales compradores que todavía no conocen su existencia, su negocio y sus productos o servicios.

Como dijo Bill Gates, "si en el siglo XXI si no estás en internet, no estás en el mundo".

Segundo ejemplo: no encuentro el tiempo para ponerme a pensar sobre mi negocio.

Cuando realizamos un encargo para un proyecto web, muchas veces los clientes se quedan bloqueados ante la necesidad de escribir unos textos para su web.

En realidad, es un ejercicio importante, ya que se trata de crear los mensajes que quieres transmitir a tu mercado, y es algo al que hay que dedicarle un cierto tiempo y reflexión.

Nosotros evidentemente ayudamos al cliente a redactar estos mensajes de la mejor manera posible, pensando en el funcionamiento de Google y sus algoritmos, para que la web se posicione lo mejor posible, pero es el cliente quien debe asegurarse que el contenido explique el valor de su producto o servicio.

Cuando te pones delante de un documento en blanco, tal vez estás pensando: “No soy lo suficientemente inteligente para escribir esto. ¿qué opinará la gente de él? Escribir es tan difícil. ¿Qué pasa si lo hago mal?”

¿Por qué pasa esto?

Este proceso -de postergar el trabajo- es lo que se llama "procrastinación". ¡Vaya nombre más complicado!

Procrastinar significa posponer o aplazar tareas, deberes y responsabilidades por otras actividades que nos resultan más gratificantes pero que son irrelevantes. O sea, Procrastinar es una forma de evadir, usando otras actividades como refugio para no enfrentar una responsabilidad, una acción o una decisión que debemos tomar.

El problema de la procrastinación es que te haces daño a ti mismo, porque no haces el trabajo que sabes que tienes que hacer, y te vas poniendo cada vez más presión personal y te hace sentir cada vez peor.

Es un círculo vicioso, que no para de empeorar, y como tenemos autoconciencia, nos damos cuenta del daño que nos hacemos.

Entonces preguntaréis, si sabemos que tiene consecuencias negativas para nosotros mismos, ¿por qué lo hacemos?

Veamos. Lo primero que hay que entender es que la procrastinación no es un defecto del carácter o una maldición misteriosa que te ha caído de nacimiento, sino una manera de enfrentar las emociones desafiantes y estados de ánimo negativos generados por ciertas tareas: aburrimiento, ansiedad, inseguridad, frustración, resentimiento, etc.

¿Qué hay detrás de la procrastinación? Hay varias posibles causas.

  • Miedo al fracaso, a hacerlo mal: “Si lo hago mal, es peor que si no lo hago”, o “para no hacerlo bien, prefiero no hacerlo”. Estos son pensamientos típicos del procrastinador. Por lo general, se deben a una carencia de autoestima y a una baja tolerancia a la frustración.
     
  • Frustración: Este caso suele darse cuando las tareas a las que debe enfrentarse una persona no le resultan atractivas, útiles o necesarias, independientemente de que esté o no esté obligada a realizarlas. Se produce también en personas que sólo se dejan llevar cuando están suficientemente motivados. Por ejemplo: imagina un estudiante de ingenieria que no le gusta las matemáticas y va dejando todas las asignaturas relacionadas con este tema porque piensa que no se le da bien y no se siente motivado. El resultado es que se pueden pasar años en terminar la carrera incluso no terminarla.
     
  • Indecisión: Este tipo de procrastinación suele resolverse tratando el llamado “complejo de Penélope”, llamado así por la mujer de Ulises, que tejía una tela y la deshacía una y otra vez para no decidirse por ninguno de sus pretendientes. Se da en personas excesivamente perfeccionistas que al no cumplir sus expectativas o metas se enreda en la indecisión. En estos casos, el procrastinador tiene dudas sobre cómo afrontar una tarea, por lo que la aplaza constantemente.
     
  • Mala administración del tiempo: En este caso, el procrastinador no rehúye realizar la tarea, pero la deja para el último momento, cuando ya no le queda más remedio. El resultado suele coincidir con el dicho de hacer algo “tarde, mal y a rastras”.
     
  • Depresión: Las personas que sufren una depresión tienden a rehuir por norma cualquier tipo de tarea u obligación. En estos casos, la procrastinación es una consecuencia directa y secundaria de la depresión, y por decirlo de alguna manera, la procrastinación no es el mayor de los problemas, y desaparecerá si se trata adecuadamente la depresión.

Cómo llegamos a la raíz de lo que causa la procrastinación

Debemos darnos cuenta de que, en esencia, la procrastinación es un asunto de emociones, no de productividad. La solución no involucra descargar una aplicación de gestión de tiempo o aprender nuevas estrategias de autocontrol. Tiene que ver con manejar nuestras emociones de una manera diferente.

Consejos para evitar la procrastinación:

  1. Haz una sola cosa: Una de las principales causas de la procrastinación es que las tareas grandes parecen abrumadoras. Para evitar esto, divide las tareas grandes en partes más pequeñas y manejables, y concéntrate en una a la vez. Esto, aplicado a nuestro Ejemplo 1, sería buscar en internet una empresa que te ayude a pensar en tu negocio, y en las ventajas de estar online. No hace falta que tomes una decisión con el primero que encuentres; mira lo que ofrecen y si se ajusta a tu negocio, y pregunta todas la dudas que tengas.
     
  2. Establece plazos: Los plazos, ya sean autoimpuestos o establecidos por clientes o socios, nos comprometen a finalizar las tareas. Una meta fija siempre hace que el trabajo sea más fácil de terminar. Cuando no tenemos una fecha de entrega definida, las tareas suelen ser menos concretas en nuestras mentes. Esta falta de claridad es una gran aliada de la distracción. Siguiendo con nuestro ejemplo, sería ponerte una fecha para cuando terminar el proceso de búsqueda de empresas que te puedan ayudar, para luego analizar la mejor opción. Luego, ponte otra fecha para llamarlos y fijar un calendario del proyecto. 
     
  3. "Lo mejor es enemigo de lo bueno": Buscar la perfección ha significado la muerte de muchas ideas brillantes, libros, productos y negocios. Es fundamental que nos esforcemos siempre por dar lo mejor, pero como emprendedores, también debemos entregar resultados. Trabaja para terminar el 80 por ciento de tus tareas, y después esfuérzate en mejorarlas. En nuestro ejemplo esto nos pasa constantemente: personas que no acaban de terminar el proyecto porque creen que se puede mejorar un poco más, sin darse cuenta en realidad de que la perfección no existe, y que lo prioritario es empezar.
     
  4. Ponte a trabajar: Como dice Stephen King, uno de los autores más exitosos de nuestro tiempo, y también uno de los que más trabaja. Dice: «los aficionados se sientan y esperan a que les llegue la inspiración; el resto de nosotros, simplemente nos levantamos y vamos a trabajar”.

Como pensamiento final, a modo de resumen, la idea de dejar las cosas para más adelante o para más tarde, solo te hace daño a ti mismo porque te hace sentir peor. La clave es pensar que es solo un mal hábito, y que se puede combatir como otro cualquier mal hábito. La cuestión es empezar, y ya verás como te vas a sentir mejor y conseguirás tus metas más rápidamente. ¿Al final es lo que importa no?